Las vacunas figuran entre los productos más seguros y si bien no están exentas de peligros, muchos de ellos son previsibles.
Los controles antes de que lleguen al mercado son exhaustivos y muy superiores a los de la mayoría de los medicamentos, ya que se administran a población sana, sobre todo en menores, y que serán usados por millones de personas. Antes de su uso general se han de probar en decenas de miles de personas, no en unos millares como el resto de fármacos.
Cualquier reacción adversa es de notificación obligatoria. Por muy amplios que sean los ensayos no todas las reacciones adversas salen a la luz, las hay muy, muy poco frecuentes. Teniendo en cuenta que aquellas que se administran en más de una toma tendrán mayor probabilidad de causarlas; lo que no quiere decir que sean menos seguras que las de dosis única.
El riesgo admisible es mucho más bajo que con otros medicamentos, no siendo el mismo para cada producto ni para cada enfermedad. Depende de si el riesgo de la vacuna compensa el de las consecuencias que tiene la enfermedad.
El sistema de vigilancia ha permitido retirar vacunas que excedían del riesgo aceptable como una americana contra los rotavirus en 1.998 (por invaginación intestinal, un tipo de obstrucción) y otra con una japonesa para la parotiditis (por meningoencefalitis); ambas 1 caso por 10.000 dosis.
Las reacciones adversas más frecuentes son fiebre, enrojecimiento, dolor e hinchazón en el punto del pinchazo.
Otras menos habituales: linfadenopatía (hinchazón de los ganglios linfáticos), reacciones de hipersensibilidad o alérgica a algún componente, síndrome de Guillain-Barré (trastorno de causa debilidad y parálisis), coagulos sanguíneos (en mujeres usuarias de anticonceptivos orales), mareo, dolor de cabeza, síncope (síndrome vasovagal, lipotimia), broncospasmo -asma-, artralgias (dolor articulaciones), mialgia (dolor muscular), astenia (cansancio), malestar general, convulsiones.
Tener en cuenta que las reacciones potencialmente graves, como una anafilaxia se miden en tantas por millón de dosis -por eso he remarcado lo de 1 por cada 10.000 en el caso del rotavirus y cia-. Por ejemplo la vacuna de la Hepatitis B causa anafilaxia en 1,1 por millón de dosis.
La desconfianza vacunal podría tener efectos devastadores y poner en peligro el “tesoro vacunal”, una de las medidas que más salva vidas cada año en todo el mundo.
Los temores no son infundados.
El ejemplo más reciente es el de las dudas que surgieron hace poco más de una década en el Reino Unido sobre una posible relación entre la vacuna triple vírica (sarampión, rubeola y paperas) y el mayor riesgo de autismo, un trastorno del cerebro que deteriora la comunicación, la interacción social y el comportamiento.
La alarma se inicio con un artículo publicado en The Lancet en 1.998. Los resultados de una investigación llevada a cabo en 12 niños y que apuntaba a esta hipótesis. El hallazgo fue presentado en una rueda de prensa por le ex-cirujano Andrew Wakefield. La bola de nieve fue creciendo a una velocidad imparable y llego a crisis sanitaria. Las tasas de vacunación cayeron desde el 92% en los momentos previos de la citada publicación hasta un 80%. El Reino Unido perdió la inmunidad colectiva frente al sarampión. Si en 1.998 se registraron 56 casos, en 2.008 se contabilizaron 1.348. En el 2.007 la tasa de infección creció un 26% y se cobro la vida de dos niños.
Entre tanto, se han gastado cifras millonarias en estudios científicos diseñados para corroborar la verosimilidad o falsedad de esta hipótesis. Ninguno ha podido demostrar que la vacuna se relacione con una mayor probabilidad de desarrollar autismo, sino más bien todo lo contrario. El incremento de casos del trastorno se achaca a que se diagnostica mejor. En febrero de 2.004 The Lancet se disculpó públicamente por publicar el trabajo de Wakefield, después de una investigación periodística demostrara que éste recibió financiación de un grupo antivacunas y que las familias de 11 de los 12 menores incluidos en el estudio participaban en demandas contra el fabricante. 10 de los 13 investigadores que firmaron el trabajo se retractaron de sus conclusiones.
En 2.007 el Consejo Médico General del Reino Unido abrió un proceso por conducta antiprofesional contra Wakefield y otros dos colegas. Pero el daño ya estaba hecho.
PD: Ya puestos
La polémica de la vacuna del papilomavirus tiene varios frentes:
La campaña de marketing parece que ha transmitido la idea de que es una vacuna eficaz al 100% contra la protección del cáncer de cérvix. La vacuna previene contra la infección del papilomavirus cepas 16 y 18. Estas son las que tienen mayor capacidad para producir tumor de cérvix, pero no son las únicas. La crítica expone que: “Una vacuna se pone para evitar una enfermedad. En este caso, se ha hecho para evitar un factor de riesgo y esos virus no son el único” (Vicente Gaos, coordinador del Grupo de Utilización de Fármacos de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria). Los a favor afirman que son las cepas más frecuentes a nivel mundial y que tendrá un impacto muy favorable. No hay que olvidar que la naturaleza tiene horror al vacío, y que el sitio que queda vacante puede ser ocupada por las cepas de papilomavirus minoritarias y que aumente la frecuencia de cáncer de cérvix causado por ellas.
Otra incógnita es cuantos años dura la protección vacunal.
Su precio es alto: 400€ (desconozco si cada dosis o el global). Hay que hacer números. Cuanto nos cuesta el tratamiento de todo un año del cáncer de cérvix por lo que nos vamos a gastar en un año vacunando y de paso contrastarlo por la media de años de vida de dicha enfermedad desde que se diagnostica hasta el final, ya sea cura o muerte. ¿Cuanto ahorra al erario público?.
La edad de inicio para unos debe ser a los 11 años, antes del inicio de las relaciones sexuales ya que en “mujeres con experiencia” la eficacia baja al 17%.
Aún y todo hasta que no pasen 20-30 años no se sabrá cuál es el nivel real de eficacia -protección- de dicha vacuna.
Pero todo esto se engloba en un paquete más grande que se puede definir como el de las perspectivas de salud futuras. Aún y todo la incertidumbre de futuro de esta vacuna, es posible que sea útil y, el supuesto ahorro, nos provea de recursos para prevenir la epidemia de cáncer de cáncer secundario a la obesidad que se espera para el 2.050, por ejemplo.
Basado en un escrito de Isabel Perancho -y otras fuentes- para El Mundo, suplemento de Salud del 19/02/09.
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