Pero leí una noticia que venía equilibrar por el lado positivo la negatividad de los dos post anteriores y que habla que dentro de la adversidad es posible encontrar a personas positivas entre los propios afectados.
Es una noticia en la que se relata como se hace realidad aquella famosa frase de “No te preguntes que puede hacer tu país por tí, pregúntate mejor que puedes hacer tú por él”.
O recordando unas palabras Eduard Punset del primer post: “el tonton-macoûte que me hacía de chófer sabía menos de política monetaria que yo, pero mil veces más de la química del amor y de las emociones humanas, del impacto del ritmo de la música y de la pintura naif en el alma naif.”
Los hermanos Bailly proceden de una dinastía de prósperos e inquietos empresarios, “orgullosos de ser haitianos”, que manejan diversas empresas. Su deseo es capear el temporal lo mejor que puedan y ayudar a levantar de nuevo su isla.
Patrick Bailly es un gigante orondo, creó hace 12 años Mongee, donde hornean las pizzas más famosas de la ciudad. Lo hizo junto a su hermano Gilbert y otro socio de Petion Ville, uno de los pocos distritos de clase media-alta, salpicados de manzanas de pobreza. El desastre no causó el menor daño ni a un solo miembro de su extensa familia ni al local de dos pisos, que además tiene un bar con billar.
Desde hace unos años crearon el carnaval popular de Petion Ville, que celebran en la calle, junto a su restaurante, para que la gente se divierta y baile con los conjunto musicales que instalan en una tarima. “Buscamos también patrocinadores y regalamos o sorteamos lo que nos dan, camisetas y otras cosas que los asistentes disfrutan”,. Este año celebraron un solo día, el domingo 10 de enero, el programado para una semana más tarde lo clausuro el terremoto.
Se acordaron de los hambrientos y cada tarde, religiosamente desde que ocurrió el terremoto, cocinan y reparten en su pizzería 1.000 cenas, sabrosas según cuentan quienes las prueban. De forma ordenada, sin tumultos. Horas antes distribuyen un brazalete por religioso orden de llegada, hasta que se agota el millar de cupos.
“Teníamos comida y pensamos que para que no se tirara, la cocinaríamos para la gente que estaba pasando hambre”.
“Mis padres nos llevaban los 25 de diciembre a un asilo de locos y a un hospital de gente pobre para que les diéramos comida”, recuerda Patrick, el segundo de cinco hermanos. “Teníamos ese espíritu de que el que da mucho recibe mucho”.
Su mujer de origen Dominicano, cree que hubo una intervención divina en su buena fortuna y que ahora deben devolver a los necesitados lo mucho que han recibido.
La mayoría de los que hacen cola en la calle jamás podrán probarlas porque no tiene con qué pagarlas y seguramente ni las conocen, pero se habituaron a la sensibilidad social de una familia que creció consciente de la obligación moral de ayudar a los que menos tienen.
Quienes aguardan en la calle agradecen el gesto.
“Es algo que le sale del corazón “-explica un chico-
“Somos ocho en casa y venimos dos. Lo compartimos”. Dice un adolescente
Delante de la Pizzeria |
Los haitianos les dicen, aunque ellos van a lo suyo y no les interesa:
“Debería postularse para Presidente o para alcalde, que lo haría muy bien, usted o su hermano: trabajarían por la gente. Ningún dirigente haitiano, ha hecho nada por los ciudadanos que lo perdieron todo. Además, muchos ricos salieron corriendo hacia Estados Unidos.”
Adaptado de Salud Hernández Mora para El Mundo del 23 de enero de 2,010. Sección Mundo
Muy buen blog :) felicidades por él
ResponderEliminarsaludos
Gracias Alba y me alegro de que te sea útil
ResponderEliminarSalu2