“Recuerdo cómo empezó a cambiar el significado de las palabras, palabras con las que no estábamos familiarizados como colateral y entrega, empezaron a dar miedo. Mientras que otras como fuego nórdico y artículos de lealtad empezaron a cobrar poder. Recuerdo que diferente pasó a significar peligroso, aún no lo entiendo… ¿Por qué nos odian tanto?”
Moriré aquí. Cada centímetro perecerá. Cada centímetro.
Salvo uno.
Un centímetro.
Es pequeño y frágil y es la única cosa en el mundo que me pertenece. Nunca debemos perderlo o dejarlo. No debemos dejar nunca que nos lo quiten.
Espero, seas quien seas, que escapes de este lugar. Espero que el mundo cambie y las cosas se mejoren.
Pero lo que más quiero es que entiendas lo que quiero decir cuando te digo que, aunque no te conozca, y aunque puede que nunca llegue a conocerte, a reír contigo, a llorar contigo, a besarte: TE AMO.
Con todo mi corazón.
TE AMO.
Valerie".
Hay tres líneas que comparten temática, “V” de V (Que puede interpretarse como nombre, V, o como grado de dificultad escaladora, V de quinto), “V” de Valerie y “V” de Vendetta, tienen su origen en “V” de Vendetta el comic de Alan Moore y David Lloyd que vió luz en el sello Vertigo de DC, en forma de miniserie, en el año 1982.
El texto de la siguiente entrada toma como base, a parte de mis gustos particulares, lo editado sobre Alan Moore en general y sobre “V” de Vendetta en particular en el blog Un Universo de Viñetas en el año 2017, y OM & Associados en el año 2009.
Este último hace público un trabajo presentado en la asignatura de libre configuración de Historia del Cómic que se imparte actualmente en la Universidad de Granada y que título:
V de Vendetta
O:
Vindicación de las Virtudes del Villano Valiéndose de una Vorágine de Viñetas Volátiles de Vodevil cuyo Veredicto Vertido por la Vox Populi da Vestigios de Victoria a través de Varias Vicisitudes llevando una Vida de Venganza por las Valiosas Víctimas hasta Volar por la Vereda de la Virtuosa Verdad al Valhalla.
Dez Skinn era un veterano, había trabajado para Fleetway, Top Sellers y Marvel U.K.. Trabajando en esta última editorial se convenció de que Inglaterra tenía autores con el suficiente talento para satisfacer a los gustos de un público más maduro.
En 1982 fundó su propia compañía, Quality Publishing y lanzó la revista en blanco y negro “Warrior”.
Y fichó al prometedor Alan Moore como estrella en alza. Creo los personajes Laser Eraser y Pressbutton y The Bojeffries Saga (una hilarante historia sobre las vivencias de una familia de monstruos).
Aunque fueron otras dos series las que levantarían verdadera expectación y hoy se consideran clásicas.
Por una parte, una actualización en clave realista de un antiguo superhéroe creado en los años cincuenta por Mick Anglo, “Marvelman”, dibujado por Garry Leach primero y por Alan Davis después. Fue un revival de un personaje de los 50 creado para llenar el hueco que había dejado el Capitán Marvel americano que había sido cancelado debido a los litigios con DC.
Y, en segundo lugar, “V de Vendetta”, junto con el dibujante David Lloyd. Una crítica social de la sociedad en la que estaban viviendo en forma de un mundo distópico con un terrorista anarquista que luchaba contra el gobierno fascista británico tras una máscara de Guy Fawkes.
Pero en aquellos tiempos en lo que aún existían tiendas especializadas era difícil que este material llegara a los lectores más maduros a los que iban dirigidas esas historias. A esto se sumó la retirada de Marvelman por presiones de Marvel.
En 1985, con dos números enteros ya completados y aún pendientes de publicación, fue cancelada. El último número en aparecer fue el 26, con fecha de diciembre de 1984.
“V de Vendetta”, nunca había gozado del favor de los lectores de “Warrior”. De hecho, era una de sus series menos populares y cuando se cerró la revista había quedado inconclusa en su capítulo doce del segundo libro (titulado “El Veredicto”).
Alan Moore en 1983 recibió una llamada de Len Wein de DC para ofrecerle la serie de La Cosa del Pantano. Bajo los incentivos de un mayor salario y de royalties Alan Moore acepta mientras que en 1984 Warrior cerraba dejando colgada V de Vendetta (al menos durante 5 años).
Tras “Watchmen” y convertido en foco de todas las miradas y símbolo del comic intelectual y maduro, varias compañías trataron de convencerle a él y a David Lloyd para que finalizaran “V de Vendetta”. Por fin, fue DC quien se llevó el gato al agua. Entre 1988 y 1989 las diez entregas de la obra de forma serializada; siendo nuevos los cuatro últimos. Tony Weare dibujó material adicional para un capítulo completo (“Vincent”) y complementario en otros dos (“Valerie” y “Las Vacaciones”). Además, el rostro burlón de V y las tenebrosas calles de Londres adquirieron una nueva dimensión gracias al encomiable trabajo realizado por los coloristas Steve Whitaker y Siobhan Dodds.
Alan Moore y David Lloyd, plantearon V de Vendetta como un comic muy complejo. Nos describe un futuro distópico de corte totalitario cuya plausibilidad dimana de lo familiar que nos resulta, que además plantea cuestiones muy profundas que animan a la reflexión y el debate. Es uno de esos tebeos que echa por tierra el tópico de que el cómic no puede articular pensamientos e ideas con la misma profundidad y matices que la literatura.
La obra se divide en tres libros (Europa tras el reinado, El cabaret del vicio y La tierra de haz lo que quieras) de 11, 14 y 11 capítulos respectivamente que actúan narrativamente en base al esquema clásico de presentación, nudo y desenlace. Además, cuenta con dos interludios (Vértigo y Vincent). Originalmente, se publicó como una aventura desarrollada a lo largo de diez entregas, aunque ha sido recopilada como novela gráfica, en formato de tomo, en diversas ocasiones.
“V de Vendetta” es un cómic duro. Elevar a la categoría de héroe a un peculiar y violento terrorista anarquista fue una apuesta arriesgada en su momento; pero es que, además, la historia proporciona poco alivio. Sus personajes están todos solos, sometidos a tensiones y traumas que no pueden superar. O bien ejercen violencia (física, psicológica o ambas) sobre otros o son víctimas de la misma. Y, para colmo, han de desenvolverse en una sociedad opresiva cuyos ciudadanos no encuentran ningún tipo de solaz. No es un tebeo para lectores que busquen tópicos reconfortantes, personajes claramente delimitados en héroes y villanos o finales inequívocamente felices con moraleja incluida.
Es una trama compleja, poblada por multitud de personajes (algunos de los cuáles son reflejos de otros), que admite múltiples interpretaciones, con abundantes simbolismos y referencias literarias y que está articulada con una prosa elegante pero accesible y un dibujo más sólido de lo que a primera vista pueda parecer. Por todo ello, es un cómic que exige del lector toda su atención, es una obra que no sólo aguanta múltiples lecturas sino que mejora en cada una de ellas.
“V de Vendetta” es, como tantas obras de ciencia ficción distópica, una advertencia, pero también una reflexión acerca de grandes cuestiones políticas, éticas y filosóficas: ¿Es preferible la estabilidad y la paz si el precio a pagar es la libertad? ¿Puede justificarse la violencia si ésta se ejerce para lograr un bien mayor? ¿Cuál es la fuerza y el alcance de una idea? ¿Dónde está la línea que separa a un luchador por la libertad de un terrorista?.
El concepto de distopía es el opuesto al de utopía, es una utopía perversa o negativa. Las distopías suelen ambientarse en futuros cercanos teniendo muy en cuenta el contexto socio-político del momento y surgen como obras de advertencia o sátira que muestran tendencias de la actualidad extrapoladas, normalmente, en finales apocalípticos.
En esa distopía Gran Bretaña está sometida a una dictadura, fría y conservadora, que reflejaba una cierta visión pesimista y deprimente del mundo que por aquel entonces conocían sus autores. Después de una guerra nuclear que ha tenido efectos mundiales devastadores, destruyendo la mayor parte de Euroasia y Norteamérica, el partido fascista Norsefire (Fuego del Norte) se hace con el poder en Inglaterra. El gobierno implanta un férreo control sobre sus ciudadanos a través de un marcado estado policial racista, homófobo y opresivo, y del uso de cámaras de seguimiento en cada esquina de Londres.
Aunque la iconografía y su carácter descaradamente xenófobo y laudatorio de la raza aria remiten claramente al nazismo, esta tiranía está inspirada también en el malestar que en amplios sectores de la población británica causó la llegada al poder de Margaret Thatcher en 1979. El panorama era interpretado como desolador por muchos artistas e intelectuales, quienes en sus obras predijeron los más negros augurios para su nación, exagerando y proyectando hacia el futuro sus temores. Alan Moore fue uno de ellos.
En la inglaterra de los 80 gobernaba como primera ministra, Margaret Thatcher, representante del partido conservador británico. Debido a su mano dura con las cuestiones del estado se le acabó otorgando el sobrenombre de La Dama de Hierro. También el término“thatcherismo” sirve para definir una política que se caracterizaba por sus valores férreamente cristianos y tradicionalmente conservadores que se traducían en el ensalzamiento del patriotismo británico y su conexión con las ideas y políticas estadounidenses representadas en la figura del por entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan.
Pero ni él ni ninguno de sus colegas sabía entonces que en cuestión de algunos años el país no sólo no se hundiría irremediablemente en un abismo de pobreza y ausencia de libertades, sino que todos los indicadores económicos se recuperarían otorgando al país cierto nivel general de bienestar que, a su vez, propició la reelección de Thatcher, quien ostentaría el cargo de Primera Ministra hasta 1990.
El propio Alan Moore admitiría años después dos errores de concepto en la elaboración de su distopía: por una parte y en caso de una guerra nuclear generalizada, Inglaterra difícilmente podría no ya haberse mantenido al margen, sino siquiera sobrevivir. Y, por otra, que no es necesario un apocalipsis nuclear para que un pueblo abrace un régimen totalitario, algo que la actual coyuntura mundial está volviendo a confirmar.
La gran virtud de esta obra no es su mecanismo de relojería casi perfecto, ni el hecho de plantear un mundo distópico deudor de autore y sobras tan destacables como pueden ser 1984 de George Orwell escrita en 1948, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury publicada en 1953 o ¡Arrepiéntete, Arlequín! Dijo el Señor Tic-tac un relato corto en clave satírica de Harlan Ellison o de Aldous Huxley, cuyo reflejo en el cómic es obvio.
En el caso de 1984 de George Orwell encontramos una sociedad bastante parecida a la que utilizarán con posterioridad Alan Moore y David Lloyd en su novela gráfica. Los paralelismos en este caso son bastante evidentes e, incluso, se podría decir que V de Vendetta sería posible interpretarla como una excelente continuación a la obra de George Orwell siguiendo el relato allí donde éste acababa y culminando con la caída del estado totalitario allí donde en 1984 se perpetuaba.
Alan Moore y David Lloyd hablan de cosas más importantes en V de Vendetta que de las convicciones políticas y de la libertad. Se plantean temas como el abuso infantil o la violencia de género que no estaban en las páginas de los periódicos como lo están hoy. Se habla de humanidad y de esperanza y de cómo esta se puede sobreponer a todo. Nos cuentan, en definitiva, una historia de amor atípica y poco convencional.
El dibujo refuerza una y otra vez la indefensión, la brutalidad, el desamparo de todos los personajes, buenos y malos (si buenos y malos hubiera), víctimas y verdugos (roles que se intercambian una y otra vez conforme avanza el relato), vengadores que no encuentran la paz y vengados que agradecen la muerte. Lloyd saca partido de sus limitaciones como artista y en su dominio del contraluz retrata una sociedad inglesa extrapolada a la sumisión de la barbarie: se respira el ambiente marrón de las calles húmedas, la opresión de los lugares cerrados y la muerte que el otoño contagia a los árboles de los parques.
V de Vendetta es una distopía atípica en cierto sentido pues el concepto de esperanza, a pesar de las circunstancias y del mundo que retratan sus autores, está presente en todo momento y, a pesar del sacrificio final de los personajes, se puede hablar en cierta manera de un final feliz.
El estado de Adam J. Susan, al igual también como el del Gran Hermano de George Orwell, está organizado a través de diferentes ministerios que en el caso del primero reciben apelativos corporales y humanos: El Dedo, El Ojo, La Oreja,La Nariz, La Boca y El Cerebro. Estas últimas son las más importantes y son representadas por La Voz del Destino, un locutor radiofónico exaltado con todas las maneras propias de un telepredicador televisivo, y el propio líder como organismo pensante del estado.
El héroe, que sabe que es un villano, que se enfrenta a este estado fascista se viste un disfraz de Guy Fawkes, se hace llamar V y lucha utilizando medios terroristas, impregnados con una marcada filosofía anarquista, que desconcierta tanto a la policía y a los máximos dirigentes políticos como a los ciudadanos.
Debido a sus ideales hasta él mismo es consciente de que no puede presentarse como el héroe (aunque lo sea). Cosa que también sabe Alan Moore lo que le lleva a jugar hábilmente con dicho concepto en el cómic ofreciéndonos una aventura con una amplia gama de grises.
Todo en V está cuidadosamente pensado: su afectada pero precisa manera de hablar, la forma en que la máscara, tan expresiva como hierática, oculta tanto como revela según el momento, la iluminación o el ángulo desde el que se la contemple; puede transmitir burla, amenaza, indiferencia, satisfacción e incluso tristeza. También su disfraz, un tópico del género superheroico, adquiere aquí una nueva dimensión: no sólo oculta su identidad, sino que representa una postura ideológica vinculada a un personaje histórico y una llamada a la recuperación de la teatralidad en una sociedad privada de entretenimiento más allá de la televisión controlada y los vulgares espectáculos de cabaret. V dispone incluso de una guarida secreta en la que además de esconderse, acumula trofeos y recuerdos.
V de Vendetta es también una excusa para reflexionar sobre los contrarios: fascismo y anarquía, orden y desorden, libertad y censura. Y Moore nos plantea una densa reflexión en la que nos atrapa sin salida, con una perfecta y elaborada trampa a la que nos va guiando. Inocentes de nosotros, llegamos a pensar en V como en un héroe al estilo clásico, cuando no deja de representar los valores opuestos: V no intenta liberar al pueblo por su bien, es tan sólo la consecuencia de la venganza de una mente psicótica que llega a usar las mismas herramientas que sus enemigos.
Nunca llegaremos a conocer la verdadera identidad de V pese a ser el protagonista del relato y de compartir un pasado en común con algunos secundarios de la historia.
Sabemos que V es un hombre. Las evidencias se desprenden de su expresión y de su figura que llegamos incluso a ver desnuda.
Sabemos, con cierta seguridad, que fue el preso de la celda número V en el Campo de Reasentamiento de Larkhill. El último superviviente de los inhumanos experimentos genéticos y psicológicos a los que fue sometido en aquel lugar del que consiguió finalmente escapar a través de su astucia. Podríamos suponer que V fue encerrado allí por incluirse dentro de alguno de los grupos marginales perseguidos por el estado: entre ellos homosexuales, afroamericanos, asiáticos o algún terrorista, disidente o preso político contrario al poder establecido.
En ningún momento de la historia se especifica concretamente qué objetivo perseguían esos experimentos a los que fueron sometidas las personas recluidas en el Campo de Reasentamiento de Larkhill.
Sea como sea, al parecer, sólo hubo un único superviviente de esta barbarie: el preso de la celda número V.
Es casi todo lo que sabemos del pasado de este misterioso personaje que acapara toda la atención de la historia.
Años después de su huída del Campo de Reasentamiento de Larkhill V reaparece ocultando sus facciones bajo una máscara de Guy Fawkes, clamando venganza y abrazando la ideología anarquista sembrando el terror en el país. Es en algún momento entre su estancia en el Campo de Reasentamiento de Larkhill y su reaparición en que V nace como tal y sabemos que el desencadenante final de ello es su "bautismo de fuego" anterior a su huída. Asume la anarquía como ese "algo", esa fuerza motora, que destruirá el corrupto régimen totalitario de Adam J. Susan. De ella"surge una nueva vida de las ruinas y se restaura la esperanza" en palabras del propio V. Usa pues la violencia contra un régimen que considera no se merece su respeto ni el de los ciudadanos. De esta manera su objetivo, al igual que el de Guy Fawkes al que rescata del olvido, está definido por la traición, la conspiración y la destrucción como vías para cambiar el mundo.
“V de Vendetta” no transmite un mensaje de defensa de la democracia, sino de la anarquía. V no se decanta por ningún tipo de ideología económica, por lo que este pensamiento se desarrolla íntegramente en un terreno filosófico. V no lucha para que la gente tome el control de su gobierno o porque éste ejerza un menor grado de control; no, lucha por la simple y pura anarquía, entendida como la libertad en su sentido más amplio, la ausencia total de gobierno. En su conversación con la estatua de la Justicia, V confiesa cómo en el pasado había manteniendo una maravillosa relación con ella hasta que, decepcionado por sus mentiras y traiciones, decidió lanzarse en los brazos de otra amante: “Su nombre es Anarquía y ella me ha enseñado más de lo que una prostituta como tú hizo jamás. Me ha enseñado que la Justicia no tiene sentido sin libertad. Es honesta, no hace promesas y no rompe ninguna”. Es un discurso, una postura ideológica, que coincide con la de Alan Moore -al menos en aquella época- y que tiene sentido en el contexto del cómic. V es el producto de la experimentación con humanos, los prejuicios y la horrible crueldad de un gobierno supremacista. Cuando apeló a la Justicia, no obtuvo respuesta; aún peor, ésta se había puesto al servicio de la tiranía fascista, transformándose en una burda farsa. Y, por eso, V buscó otro concepto, otra causa que le sirviera y a la que servir hasta el final. La encontró en la anarquía.
Parece cercano al del anarcoindividualismo existencialista de Max Stirner, que rezaba –en posiciones muy cercanas al objetivismo–, que el Estado es en el sentido filosófico un represor en tanto en cuanto restringe una libertad individual que sólo debería ser coartada y regulada cuando se afecta la libertad del otro. Así, las Constituciones de los estados democráticos no son, o no deberían ser, un garante del poder del Estado y de los valores de la democracia, sino todo lo contrario: deberían ser las cuerdas que atan la represión gubernamental y los elementos que determinan dónde la democracia como tal –tan efectiva como las dictaduras frente a las minorías– no tiene valor. Porque, al fin y al cabo, la minoría más pequeña es la compuesta por un solo individuo.
Otra de las características de estas sociedades distópicas y presente en V de Vendetta es, como suele pasar en los estados fascistas, el control de la cultura y la utilización de esta como excusa para imponer una justicia y unas normas ultraconservadoras que se encargan de gestionar y administrar los propios dirigentes del partido.
V es un personaje culto y filántropo, bastante ecléctico en sus gustos, que actúa como mecenas desinteresado salvaguardando todo tipo de arte que forme parte de las listas prohibidas por el gobierno: libros, música, pinturas y todo tipo de objetos antiguos presumibles de tener algún valor artístico. Su extremada sensibilidad artística parece impregnar su propia esencia y le lleva a convertirse en protector y mecenas de una cultura, a efectos prácticos, desaparecida. Para ello V rescata y conserva en su llamada Galería de las Sombras una gran muestra de la cultura olvidada y repudiada por el gobierno al no representar los ideales que ellos pretenden defender.
En este caso también se puede entender el arte como como una reivindicación de la libertad de expresión y pensamiento que el régimen totalitario de la novela gráfica intenta reprimir y suprimir.
El prototipo de personaje que representa V es un arquetipo bastante común en las obras de Alan Moore. Personajes que trascienden su propia humanidad gracias a su destacado intelecto, su visión del mundo y, en ocasiones, sus capacidades físicas innatas o adquiridas. Es esta una lista donde también podemos incluir personajes como Ozymandias de Watchmen, y el Joker de La Broma Asesina, y otros. Personajes que se mueven en parámetros donde la locura y la genialidad se disuelven en una misma cosa; cuya conducta muchas veces dista mucho de ser ejemplar a pesar de defender nobles ideales como es el caso de Ozymandias o del propio V.
¿Quién es V, pues?. En vez de pensar en él quién tal vez lo correcto sería pensar en qué es. Y el propio V parece dejarlo muy claro cuando se autodenomina a sí mismo como un ideal. Tenemos que aceptar la idea de que V no es nadie que conozcamos. V es un personaje que se olvida de su propia existencia y se concentra en un objetivo siguiendo al pie de la letra el famoso aforismo de Nicolás Maquiavelo "el fin justifica lo medios" que, curiosamente, también podría ser la máxima de su opuesto el líder Adam J. Susan. Su vendetta personal es por lo que le hicieron a él pero también es por "todo" lo demás.
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