Bueno cambiamos un poco las cosas, o las recuperamos, ¿quién sabe?,
Cuando inicié este blog estaba convalensciente y era multitemático, como se encarga de enunciar el banner de entrada.
Con el paso del tiempo se centró más en la escalada. Era lo que tocaba, y ya que hacer la entradas consume su tiempo era mejor centrarse en lo que parecía más prioritario.
Durante ese tiempo echaba de menos el resto de actividades y uno de de los leit motiv lo desarrollé como texto de encabezamiento. No lo guardaba pues no era algo generado por mi, aunque fuera una mera descripción de una excursión, sin más; sino que cada texto nuevo sobrescribía al anterior.

Con el paso del tiempo he echado en falta que esos textos, copias directas de los hablado o leído en diversos media, no quedaran guardados y a disposición de quién los buscara.
Así que he decidido almacenarlos como entradas en el blog.
No hace falta avisar, creo, pero lo recalco que son mis gustos, que la emoción que despiertan dependen del momento en que me encuentre y de un visionado muy continuado, a veces, de la materia a la que hacen referencia y que "para gustos colores".

Suerte, bienvenidos al Caos (esa escalera que se sube) y que los disfrutéis.

martes, 25 de noviembre de 2008

Roscoe Arbuckle "Fatty"

En el diario El Mundo del jueves 20 de noviembre de 2.008, en la sección de Cultura (de Luís Martínez) se publica un análisis del libro “Yo Fatty”, basado en la vida del cómico Roscoe Arbuckle y de los hechos que le toco vivir, y como lo considero interesante le dedico este espacio.

Arbuckle vivió una época en la que se decidió todo: desde el futuro de la incipiente industria cinematográfica hasta el de la misma humanidad pasando por dos guerras mundiales, un crash bursátil y el nacimiento de una nación destinada a dirigir el mundo. El cine y la prensa configuraron el imaginario de un siglo entero. Y en los dos, lo que paso en torno a Arbuckle fue decisivo.

Roscoe fue acosado desde la cumbre hasta el fondo de la cadena alimenticia de Hollywood, y la furia que causó su presunta conducta dejó casi aniquilado al propio Hollywood, víctima de un público moralmente indignado, rabiosamente fascinado y consumidor de tabloides” (Jerry Stahl autor de: “Yo, Fatty” -Anagrama-).

Roscoe Conkling Arbuckle (1.887-1.933) o Fatty (El Gordo), fue el más grande, el actor más conocido, querido y celebrado de su generación hasta... el 5 de septiembre de 1.921

Invento el gag más celebrado: “...al final de la jornada yo ya dominaba el lanzamiento a dos manos, de costado y por encima del hombro. A partir de entonces el lanzamiento de pasteles se hizo inexcusable. suertudo pastelero de la calle, un judío llamado Greenberg, se retiro a los 35 años, compró una mansión en Santa Bárbara y colgó en la puerta de hierro principal un letrero en el que se leía: LA CASA COMPRADA CON PASTELES”.

Descubrió a Chaplin: “Como aún no tenia zapatos, le dí unos viejos míos. Observé como se los ponía y caminaba en círculo; después se los quitó y-rascándose la cabeza- se los puso en el pie que no era”

Enseñó el oficio a Keaton. “El único que siempre estuvo a mi lado”.

En 1.921 se convirtió en el primer cómico en firmar un contrato de un millón de dólares.

Antes de Chaplin, el ya había dirigido 22 películas en menos de un lustro.

Escena de Leap Year (1.921) De La Huella

Roscoe, agobiado por los múltiples proyectos que emprende a la vez, decide tomarse un fin de semana de asueto. El 5 de septiembre de 1.921, acompañado de unos amigos (o algo peor), organizó (o le organizaron) una fiesta en la habitación 1.220 del Hotel St. Francis. Cuando acabo la noche, la aspirante a actriz de 30 años Virginia Rappe, empapada en alcohol (ilegal), aparece inconsciente en la cama de Arbuckle. Rappe no fue hospitalizada hasta dos días después. Muere más tarde a causa de una peritonitis (La vejiga exploto).

A raíz de ese episodio, Hollywood se autoimpuso el ridículo, perverso y cruel código Hays. La autocensura fue la forma con la que los grandes estudios decidieron “limpiar sus películas”. Cansados de pelear contra los infinitos, caprichosos y puritanos consejos locales, la estrategia de los productores fue consensuar un estricto y puntilloso catálogo nacional de lo que debía y no debían enseñar las películas (perversiones sexuales como la homosexualidad, el adulterio, o las escenas de pasión no se consideraron necesarias para el normal desarrollo de la trama). Todo gracias al ex empleado de correos William Harrison Hays.

Pero el caso Arbuckle también genero una industria que continua en perfecto estado de salud: el periodismo obsesionado con los famosos. Maude Delmont, “vendedora de cotilleos” e invitada a la fiesta, entró en acción: “Virginia murió a la una y media y a las dos Maude ya había hecho dos llamadas: una a la policía de San Francisco y otras al “San Francisco Examiner””.

William Randolp Hearst (inspirador de Ciudadano K) duplicó su fortuna gracias a todos los bulos consumidos a cuenta de los tres juicios por los que se arrastro Roscoe. “Que te juzguen por asesinato es igual que salir al escenario, con la salvedad de que si el público te odia no te tira tomates, sino que te mata”. ¿Alguien se acuerda de que se le declaro inocente y que ni una sola prueba le incriminaba en la muerte de al señorita Rappe?.

En apenas unos meses, este genio paso de ser una figura adorada (“¿Cómo se escribe esparcimiento familiar: A-R-B-U-C-K-L-E. En una época en la que tantas películas de Hollywood exaltan la lujuria, el adulterio y las drogas...; queremos que los actores de Hollywood hagan películas buenas, limpias y aptas para niños como “El alma de la fiesta””, escribió un periódico); a la escupidera de plata: “La muerte de la pobre Virginia fue la manera elegida por Dios para despertar a América. Las películas, los bailes, el jazz, la evolución, los judíos y los católicos están destruyendo este país” según la iglesia metodista Trinity.

Sus películas fueron censuradas.

Según The New York Times: “Arbuckle fue un chivo expiatorio y lo único que se puede hacer con él es expulsarle a la selva y no consentir que vuelva”.

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