miércoles, 23 de septiembre de 2009

ECOLOGÍA PROFUNDA ? - II de III-

EL MEDIO AMBIENTE FRENTE AL MUNDO MODERNO .-

Uno puede oponerse a los maleficios reales o supuestos del universo liberal por la nostalgia romántica del pasado perdido, por una identidad nacional ridiculizada por la cultura unidimensional y desarraigante del mundo moderno, la esperanza revolucionaria de una sociedad sin clases ni limitaciones. El fascismo y el comunismo compartían el mismo recelo ante la democracia formal, la misma repugnancia ante el mercado y se preocuparon de producir un hombre nuevo, un mito de la pureza sin compromiso ni comprometimiento. No se podía sacar nada del liberalismo, ni otorgarle ninguna concesión. Ante ese mal la actitud política solo puede ser la revolución, neoconservadora o proletaria, no la reforma.

La ecología profunda niega la existencia de alternativas intermedias, asumiendo una metafísica que niega la voluntad y la racionalidad humanas como fuentes de la ética; trata de adoptar una actitud radical frente a su contrincante al que juzga de superficial. No hay compromiso posible con el modo de vida occidental, es más no es políticamente correcto. Su fracaso no sólo está probado sino que arrastra a los pueblos del tercer mundo, a las minorías étnicas y a las fracciones dominadas con él. De ahí que pueda alojar actitudes tradicionales de la extrema derecha o de la izquierda, y con todo lo que da coherencia la conjunto, es el corazón del diagnóstico: la modernidad antropocéntrica es un desastre total. No es casualidad que la ecología profunda acabe expresando opiniones dogmáticas y hasta francamente autoritarias pese a que la mayoría de sus líderes profesen opiniones pacifistas.

La ecología reformista, que se apoya en una crítica interna de las sociedades democráticas, está animada por pasiones tales como la preocupación por uno mismo, el respeto hacia el individuo, la exigencia de una vida más auténtica, la búsqueda de una calidad de vida superior... El ecologista demócrata gusta de playas desiertas y mares sin contaminación pero se resentiría de prescindir de los beneficios de la ciencia moderna, se le imagina mal renunciando a los avances de la medicina, a la comodidad del automóvil propio,..
He aquí la paradoja de la ecología moderna: el grueso de las tropas es demócrata, animado por la pasión de la autenticidad, de la calidad de vida, de ningún modo tentado por la vuelta a atrás o el salto hacia adelante.
La ecología reformista tiende a estructurarse en el interior de un partido político, supuestamente poseedor de un proyecto global. Sólo la ecología profunda puede pretender aportar una visión global del mundo susceptible de nutrir un partido político. La ecología reformista o responsable sólo puede aspirar a convertirse en un grupo de presión, una organización integrada en un partido tradicional. Una ecología democrática no es política; una ecología política no puede ser democrática.

ECOLOGÍA PROFUNDA – PROPÓSITO .-

Aldo Leopold, americano considerado por muchos como el padre de la ecología profunda y muerte en 1.948, consideraba que después de haber sabido rechazar la institución de la esclavitud, el hombre necesitaba dar un paso más y tomar en consideración a la naturaleza y considerarla como poseedora de un valor intrínseco que impone respeto.
Bill Deval y Arne Naess presentan un proyecto que denominan “deep ecology” por esa visión del mundo aún inédita.
Este concepto inspira a movimiento tales como Greenpeace, Earth First y a grupos como el Sierra Club y a partidos verdes del norte de Europa.

La ecología profunda renueva nuestro acercamiento ético-jurídico a la naturaleza al hacer de esta un sujeto de pleno derecho
De El Derecho de los Árboles de 1.972 y de los Crímenes contra la Ecosfera de 1.985 queda claro que la idea de un derecho de los seres de la naturaleza está suficientemente presente en el aire para que pueda ser discutida explícitamente.
No por ello la reacción de los círculos radicales fue viva.
Stan Rowe en Crimes against the Ecosphere ejemplifica bien las posiciones antireformistas: “... Es pues lógico, en esas condiciones, que la defensa del medio ambiente solamente sea concebida en términos de utilidad para los hombres. Es sólo un valor social y un derecho, no una cosa con un valor intrínseco. Mi argumentación consiste en demostrar que sólo la alternativa inversa -a saber, el reconocimiento del valor intrínseco del medio ambiente y, después, de sus propios derechos- proporciona una base innegable para protegerla contra los crímenes de degradación y de depredación.”
A continuación desarrolla dos ideas:
1- El carácter sagrado de la vida universal, de la biósfera, y
2- Las consecuencias desastrosas de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, como del humanismo que a ella se asocia.

Sobre el primer punto, subrayemos que no se trata ante todo de la vida humana, sino de la ecósfera por entero. Este posicionamiento es consecuencia del llamado principio del igualitarismo biosférico, según el cual conviene proteger al todo antes que a las partes. El holismo, es decir, en este caso, la tesis filosófica según la cual la totalidad es moralmente superior a los individuos, es asumida pues de modo totalmente explícito como un tema positivo de la ecología profunda.

Sobre el 2º punto decir que se considera que la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano definió la libertad como el hecho de no ser limitado en ningún caso en su derecho de hacer lo que sea (al mundo natural, sin duda) mientras eso no interfiera con los derechos del otro. El liberalismo se definió como el conjunto de las creencias que proceden de un postulado central según el cual la esencia del hombre sería su libertad y su principal preocupación en la vida sería entonces forjar el mundo conforme a su voluntad. Y ese este principio normativo el que origina la destrucción masiva del medio ambiente.

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